Qué cada cual
entienda lo que quiera.
En él está…
ser o no ser…
La
humanidad
Hojas
marchitas con filamentos purpura
Dibujan
el mapa de olvidos y conciencias dormidas
Amedrentados
los pies pisan la alfombra de un otoño
que
acongoja… misterio, huellas, aconteceres
de instantes,
sin
apliques, ni adornos… relámpagos dirigen
tormentas
que arrastran rescoldos y lavan la tierra
buscando su rastro y su rostro,
ancestrales cicatrices… ¡siempre fue suya!
ancestrales cicatrices… ¡siempre fue suya!
Soledades
marmóreas lapidan la vida
Sin suelo firme que sane heridas…
La
parca, camina despacio manteniendo en el aire
La
espada oblicua…
Solo
la selva… se salva... si el hombre no
asiste.
Cuando
los animales lamen sus heridas
y
empapelan con ética su tiempo de hojas marchitas.
El
humano, coagulada su sangre, descubrirá…
“El
verdadero clamor
es
la brisa que mueve el ciprés”.
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